Antonio de la Torre: “La explosión de contenidos audiovisuales no debe convertirse en precariedad”
El actor malagueño participa hoy en las primeras Jornadas sobre el Oficio Cinematográfico en Las Palmas de Gran Canaria, junto a Santiago Segura y David Trueba, entre otros
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Este último año, tan extraño, tuvo en las nominaciones de los Premios Goya una singularidad: por primera vez desde 2016 y segunda en toda la década, Antonio de la Torre (Málaga 1968) no estaba nominado en ninguna de las categorías. Circunstancias personales, además de una pandemia que le tocó de cerca tras contraer la covid el pasado verano, le apartaron de facto de los rodajes durante los últimos 10 meses y ahora vuelve con más fuerza que nunca y una ristra de proyectos a la vista.
El prolífico actor, un “afortunado” según sus propias palabras por encontrarse dentro del ínfimo 8% del gremio que puede permitirse vivir de su trabajo, se encuentra este fin de semana en Las Palmas de Gran Canaria para participar en las I Jornadas sobre el Oficio Cinematográfico junto a otros ilustres del cine patrio como David Trueba, Alberto San Juan, Santiago Segura o Maribel Verdú y cuyas ponencias y encuentros serán moderados por El Gran Wyoming. Javier Amorós director de 18Chulos y organizador del evento, explica las motivaciones: “Creíamos que era el momento perfecto para repensar la industria tras la pandemia, sobre todo desde el punto de vista de lo delicado que está el sector ahora mismo”.
Coincidiendo también con el Festival de Cine de Las Palmas, que celebra su XX Aniversario con homenajes de Asgar Farhadi e Isaki Lacuesta, el encuentro de profesionales podrá seguirse a través de la web de RTVE y promete arrojar un poco de luz sobre lo que puede ser el futuro de la industria con unas plataformas cada vez más fuertes y unas salas de cine que apenas alcanzan a salir a flote.
-¿Cómo se sumó a las jornadas?
-Honestamente, vino todo por Santiago Segura, que me contactó y me informó sobre las jornadas. En cuanto me enteré de qué iba el asunto, con la mesas redondas en las que íbamos a poder participar y demás, me interesó de inmediato. Ha sido tan simple como eso.
-¿Dónde cree que está el cine español ahora mismo? Los 4 millones por semana antes de la pandemia parecen una utopía ahora mismo...
-Es una pregunta difícil de responder, porque mi sensación es doble. Por un lado, lo obvio es que todo lo presencial se ha paralizado o ha funcionado a un ritmo ridículo, pero eso ha permitido otros fenómenos más puntuales. Según trascendió, aunque ya sabes lo escrupulosas que son las plataformas con los números, “La línea invisible”, que hicimos para Movistar fue vista por mucha gente durante lo más duro del confinamiento. Yo creo que la serie es buena, pero es innegable que ayudó que la gente estuviera encerrada en casa y no tuviera mucho que hacer. No tengo datos, no cuento con algoritmos, pero la sensación que tengo es que se consume más audiovisual que nunca por la coyuntura.
-¿Y en el futuro más inmediato? ¿Seguiremos abonados al “contenido” de las plataformas?
-Hace no mucho, entrevisté a Juan José Campanella, que ha dirigido muchas series en Hollywood, para HBO y demás, y él decía que la emoción de una sala de cine no se puede comparar a ninguna otra. “Jamás me emocioné como ahí”, decía. Yo hago mía esa afirmación, pero uno tiene que saber sobre sus propias contradicciones. De un tiempo a esta parte he visto desempeños brutales en las plataformas, ya sean películas o series, como “Antidisturbios” o “Patria”, que creo que son tremendas. Esto se parece un poco a esa pregunta que llevo haciéndome toda la vida sobre cine, teatro y televisión... El oficio de actor hay que abordarlo desde un lugar nuclear, porque es una representación de la vida y eso va más allá del formato. Hay diferencias y códigos, claro, pero todo parte del mismo lugar y va hacia lo mismo, que es llegar a la audiencia.
-¿Por qué nos hemos girado tanto hacia las pantallas?
-Creo que el siglo XXI es el del audiovisual. Si el XX era el de la radio y el de la prensa, por caminos separados, ahora todo va hacia ello. Hay, claro, varias cosas que me preocupan de ello. En otra entrevista me mostraba encantado por la apuesta por parte de las plataformas, pero a ver en qué queda luego todo eso cuando empiece a cambiar de nuevo la demanda. Si eso se traduce en competencia, en mejores historias y mejores películas, lo compro, pero si se convierte en precariedad o en oligopolio... es muy peligroso. La explosión de contenidos no debe convertirse en precariedad. Todas las experiencias históricas que hemos tenido sobre ello habla de que unos pocos ganan mucho y otros muchos ganan poco.
-¿Cree que cambiará mucho el oficio de actor? ¿Cómo será ese cine del futuro?
-Siempre me ha gustado definir ser actor como el ser un trabajador delante de la cámara. Nada más. Me preocupa la incertidumbre, por supuesto, pero aunque las cifras ahora mismo sean preocupantes espero que todo esto se remonte después de la pandemia. Mi intuición, en general, es que después de un tiempo de represión o de tristeza, la gente sale de él con muchas ganas de todo. Creo que esa alegría también contagiará al cine, pero hay que esperar. También va en la experiencia de cada uno. Yo cuando llegué en los noventa a Madrid, poder conocer cines como el Renoir o el Alphaville fue un estallido mental. Yo soy de Málaga y hasta entonces veía el puto cine, con perdón, doblado. La experiencia de la sala nunca se podrá imitar y probablemente acabaremos viendo películas de gente con mascarillas.
-Hemos hablado de industria y de profesionales. ¿Cómo cree que se ha comportado el componente institucional respecto a la cultura y al cine durante la pandemia?
-Para empezar, creo que el problema en España con la cultura es estructural y no lo resolvió ningún gobierno, ni del Partido Popular ni del Socialista, que son los que han gobernado siempre. Y ese problema pasa por el inmenso déficit presupuestario que hay respecto a la cultura y en concreto en la cinematografía, que es de los más afectados. Antes de la pandemia, cuando teníamos datos, había unos 700.000 trabajadores y alrededor de 50.000 puestos se han perdido en el último año. En cuanto al cine en concreto, solo hay que mirar a Europa. En Francia, el fondo de ayuda son 700 millones de euros, en Alemania 600, en Italia 400... En España son 70. Ha habido años mejores, sí, pero en la comparativa siempre perdemos.
-¿Ha habido un abandono institucional de la cultura?
-Ahora mismo, tenemos un Gobierno que está lidiando con una pandemia terrible que ha afectado a todo el mundo y nunca me ha gustado caer en el “qué hay de lo mío”. Cuando empezó la pandemia, el Ministro hizo unas declaraciones muy desafortunadas como él mismo reconoció, y a partir de ahí hubo una serie de reuniones y se tomaron medidas para que nos pusiéramos a trabajar. No me gustaría tampoco caer en el titular fácil y decir que el Gobierno no está ayudando al sector, pero creo que el problema es estructural y la pandemia solo lo ha agravado. Por otra parte, no hay que ser complacientes ni caer en el “están haciendo lo que pueden”, porque no sé realmente si están haciendo lo que pueden, pero sí me siento más tranquilo cuando se fortalece el Estado en lugar de debilitarlo, no te voy a esconder mi ideología.
-¿Y dentro del propio gremio? ¿Cree que ha habido solidaridad durante la pandemia?
-Es muy difícil contestar por todos, pero desde mi privilegio como parte de ese 8% de actores que vivimos de esto te puedo decir que qué coño voy a hablar de solidaridad de los demás que no parta de mí mismo. Tengo que ser el primer solidario por la suerte que he tenido. También hay que tener en cuenta una cosa, como en aquella canción de El último de la fila “cuando la pobreza entra por la puerta, el amor salta por la ventana”... Yo suelo ser muy comprensivo cuando la gente pasa necesidad y por eso, sin querer dar tampoco un mitin, en tiempos como los de la pandemia es muy importante darle de comer a la gente y llenar el potaje de las familias. A veces nos quedamos con ideas erróneas sobre la caridad y lo que significa esa solidaridad. Yo no puedo reclamar más alto que ayudemos directamente a esa gente, más allá de dejarles ejercer su actividad económica, hay que ayudarles directamente. Yo lo siento mucho, pero es que no podemos estar pendientes de la caridad y de que el rico de turno se levante esa mañana con ganas de ayudar. Hay que hacer que el potaje no dependa de la buena fe de alguien o de cómo se levante, sino de unas garantías y unos derechos firmes que partan del Estado. Cuando todo el mundo tenga una vivienda y un trozo de pan, bienvenida sea la caridad.