Cuando Franco salvó al Barça de la quiebra y de desaparecer
El club de Fútbol le llegó a entregar la medalla de oro del Palau Blaugrana por su ayuda a construir los edificios del club
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Por segunda vez en su historia el Fútbol Club Barcelona está en peligro de desaparecer por motivos de su falta de recursos y su mala gestión financiera. Hace 55 años el propio dictador Francisco Franco salvó al conjunto de su primera quiebra. ¿La actual Junta Directiva del Barça debería añorarlo? Con Franco, el Barça vivía mejor. En la actualidad el club abanderado del separatismo catalán apenas cuenta con 30 millones de euros en sus arcas. Debe, por sentencia firme, 23 millones a la Agencia Tributaria y sus gastos se elevan a 16 millones mensuales. En los años sesenta el Barça debía 230 millones de pesetas, pero el ahora denostado Régimen acudió en su ayuda.
En los cincuenta, el Barcelona tenía su sede en el campo de Les Corts, y jugaban en sus filas Basora, César, Moreno, Manchón y Lazlo Kubala, este último fichado en 1950, un verdadero fenómeno del balompié húngaro de 23 años y de profundas convicciones religiosas que había logrado escapar del comunismo para venir a la España franquista. Les Corts, con 60.000 localidades, se había quedado pequeño. El 27 de septiembre de 1950 el Barcelona firmó la opción de compra de unos terrenos situados entre la Riera Blanca y la calle de la Maternidad por un precio de 10.092.445 pesetas. Para poder llevar adelante la construcción de su nuevo estadio era necesaria la recalificación de las parcelas donde estaba el estadio de Les Corts, hasta entonces zona verde, en terreno edificables y proceder a su venta.
Supresión de varias calles
Con la compra de los nuevos terrenos daba comienzo una larga serie de reuniones entre los directivos barcelonistas y las autoridades técnicas municipales. El Barcelona propuso inicialmente permutar los terrenos recién comprados por otros situados en la zona terminal de la Diagonal, que en los planes urbanísticos de la ciudad se reservaban para parques, jardines y zona deportiva, ya que los terrenos recientemente adquiridos estaban contemplados en las ordenanzas como zona urbanizable. Esta primera gestión no llegó a buen término.
El 11 de marzo de 1951 tomó posesión de la alcaldía de Barcelona Antonio María Simarro, ex combatiente del bando nacional y hombre de confianza del Régimen. El nuevo presidente de equipo, Francisco Miró-Sans, acordó con Simarro la primera recalificación de los nuevos terrenos comprados por los azulgranas. Se producía, así, la supresión de varias calles que debían atravesar los terrenos del futuro Camp Nou. El 28 de marzo de 1954, durante un acto multitudinario, se puso la primera piedra del nuevo estadio. Aquel mismo año, el Barça hizo entrega a Franco de su insignia de oro y brillantes.
Resueltos los primeros problemas técnicos y urbanísticos, quedaba pendiente el tema del dinero. Para construir su nuevo estadio resultaba necesario vender los terrenos de Les Corts. El presupuesto inicial de 67 millones de pesetas, tres años después, se había elevado hasta casi cinco veces debido a la especulación.
El F. C. Barcelona podía hacer frente al proyecto si realizaba una buenísima venta de los terrenos de Les Corts, siempre y cuando el Ayuntamiento recalificase los terrenos de zona verde a edificable como querían los azulgranas. Les Corts estaba considerada como zona verde privada. Desechada la propuesta del Español tanto de compra como de alquiler, el nuevo presidente azulgrana, Enrique Llaudet, se entrevistó con el nuevo alcalde, José María de Porcioles, solicitándole la recalificación de las parcelas de Les Corts para convertirlas en edificables y, por tanto, transformarlas en solares de enorme precio.
Suelo edificable
En un principio, el Ayuntamiento se negó a otorgar un trato de favor tan evidente al club barcelonés, hasta que el 4 de agosto de 1962 el pleno municipal aprobó el necesario cambio de calificación de los terrenos tras sufrir muchas presiones. La operación se justificó por la cesión por el club al Ayuntamiento de 1.000 metros cuadrados en la Travesera de Les Corts para permitir su ensanche y otros 4.443 metros cuadrados para construir instalaciones municipales deportivas cubiertas. Se limitó a 8.000 metros cuadrados la edificabilidad de la parcela de 24.000 metros situados entre las calles Vallespir, Travesera, Numancia y Marqués de Sentmenat. El resto de las fincas pasaron, íntegramente, a ser suelo edificable. Un año después, el Barcelona concedía la categoría de socio de honor, el 27 de septiembre de 1963, a José María de Porcioles. La recalificación había resuelto unos problemas económicos que de otro modo hubieran sido probablemente insalvables y que habrían condenado, seguramente, al club a su desaparición.
El 7 de mayo de 1963 una asamblea extraordinaria de socios del Barça aprobó la demolición del estadio de Les Corts. Los terrenos saldrían a subasta a partir de 100 millones de pesetas. El 17 de mayo, el presidente Enric Laaudet solicitó al Gobierno Civil el permiso para el derribo del viejo campo, que le fue concedido poco después. Con la venta de los terrenos edificables de Les Corts el equipo tendría, en teoría, dinero para el Camp Nou, pero algunas entidades recurrieron la decisión del Ayuntamiento, poniendo en peligro la decisión municipal. El pleito de resolución y duración incontrolable había roto los sueños de los barcelonistas. El club echó mano de uno de sus directivos, el periodista Juan Gich, bien colocado entre las autoridades franquistas y muy amigo de Torcuato Fernández Miranda, en aquellas fechas director general de Promoción Social. A Fernández Miranda no le fue demasiado difícil conseguir que los problemas del club barcelonés llegasen hasta el Consejo de Ministros.
El gobierno presidido por Franco en el Pazo de Meirás aprobó el 13 de agosto de 1965, definitivamente, la ayuda que el Barcelona demandaba acordando la recalificación del solar de Les Corts, lo que fue publicado en el Boletín Oficial del Estado número 228, Decreto 2735/1965 de 14 de agosto fechado el 23 de septiembre de 1965, por el que «se aprueba el cambio de uso de una zona verde del Plan Parcial de Ordenación Urbana de la Zona Norte de la avenida del Generalísimo Franco, entre las plazas de Calvo Sotelo y del Papa Pío XII, de Barcelona». Al pie del mismo figuran las firmas de Martínez y Sánchez Arjona (ministro de la Vivienda) y de Francisco Franco. Por su inestimable favor, Fernández Miranda fue nombrado socio de honor del club. Poco después, Franco también fue nombrado socio de honor del Barça. El club terminó por vender sus parcelas por 228 millones de pesetas a la constructora Hábitat y con eso pagó el Camp Nou.
Pero aquí no terminaron los favores del régimen al Barça. En 1971 el Consejo Nacional de Deportes, presidido por Gich, acordó conceder a fondo perdido 43 millones de pesetas al club barcelonés, una enormidad, para que pudiese construir el Palau Blaugrana y el Palacio de Hielo. Para hacernos una idea de la importancia de esta suma, solo decir que las reformas que actualmente están haciendo el Real Madrid en el Estadio Bernabéu tienen un coste estimado 575 millones de euros, es decir, 95.668.500.000 de las antiguas pesetas, una obra menos ambiciosa que la emprendida, entonces, por el club catalán.
Quince días antes de la inauguración de dichas instalaciones, el 13 de octubre, le fue entregada a Franco la medalla de oro del Palau Blaugrana (bautizado así, en catalán) en agradecimiento por la construcción de los dos edificios. El pabellón fue inaugurado en un acto que se desarrolló bajo la presidencia del vicesecretario de del Movimiento, el falangista de la vieja guardia Manuel Valdés Larrañaga.
Tres años más tarde la junta directiva del Barcelona nuevamente agasajó al Jefe del Estado con motivo de la audiencia concedida por Franco a los representantes del club azulgrana el día 27 de febrero de 1974 a instancias del club. La visita estuvo encabezada por el presidente Agustín Montal, acompañado por el delegado de Educación Física y Deportes, el señor Gich, y el secretario general del Movimiento, José Utrera Molina, así como los más altos cargos del deporte catalán y español, ello con motivo del 75 aniversario del nacimiento del Fútbol Club Barcelona. El objeto de la visita era entregar al Caudillo la medalla de oro del 75 aniversario y al ministro secretario general del Movimiento Utrera Molina la medalla conmemorativa de los recintos deportivos barceloneses que el Gobierno de España había contribuido a sufragar en gran medida, tal y como el presidente del Barça admitió de buen grado.
Una «manita» al Madrid
Además, el Barcelona había goleado 0-5 al Real Madrid en el mismísimo Santiago Bernabéu diez días antes, quizá por eso sonreían tan satisfechos en la foto de portada de «La Vanguardia» los directivos que posaban junto al Generalísimo mientras le entregaban una nueva medalla de oro. ¡Eran otros tiempos!
Franco fallecía el 20 de noviembre de 1975. Jaume Rosell (padre del futuro presidente Sandro Rosell) de inmediato avisó al empleado Eduard Combas para que mandara retirar la placa de los «caídos por Dios y por España» de las instalaciones del Barça y el busto del Generalísimo que había en las oficinas del Barcelona. ¡Amigo que no produce...!