“Macbeth”: Codicioso… y meditabundo ★★★✩✩
Autor: William Shakespeare. Versión: José Luis Collado. Director: Alfredo Sanzol. Intérpretes: Carlos Hipólito, Marta Poveda, Jorge Kent, Borja Luna, Chema Ruiz, Agus Ruiz... Teatro María Guerrero, Madrid. Hasta el 17 de enero.
Ya está en pie el esperado “Macbeth” en el que empezó a trabajar Gerardo Vera y que, después de su triste fallecimiento, ha terminado Alfredo Sanzol. Y quizá sea esta confluencia de dos personalidades creativas tan diferentes lo que ha menguado un poco las posibilidades del proyecto: en cierto modo, la superposición de dos estilos distintos se ha traducido, precisamente, en ausencia de un estilo claro y definido. Ni termina de cuajar la fastuosidad de Vera –apuntada, por ejemplo, en la escenografía de Alejandro Andújar– ni favorece tampoco ese diseño del espacio la desnuda concentración de acción a la que Sanzol nos tiene más acostumbrados. Se diría que este se ha visto obligado a ensanchar y dispersar más de la cuenta su mundo escénico para acoplarlo a ese otro mundo escénico que aquel había empezado ya a proponer.
Como consecuencia, y a pesar de la corrección impecable de todo el producto, uno echa de menos la pegada y la vibración que seguramente hubieran conseguido ambos directores por separado, y de distinta manera, en algunas escenas. Quizá sea la de la aparición del espectro de Banquo, en el acto III, una de las más logradas. Y tal vez tenga que ver en ello también el hecho de que es aquí donde se produce un punto de inflexión en la idiosincrasia del personaje de Macbeth que interpreta Carlos Hipólito, y que hasta ese momento se nos muestra en la función como un hombre excesivamente taciturno, e incluso apocado.
Tal opción de dirección en la lectura del personaje, que podría estar influida por la película de 2015 de Justin Kurzel –ambas propuestas, de hecho, se inician con una escena muy similar que apunta a que los Macbeth acaban de perder a un hijo antes de que la historia se empiece a desarrollar–, está resuelta en el escenario por Hipólito con su habitual destreza técnica –para este hombre lo de interpretar parce que fuera tan fácil como zamparse una rosquilla–; pero se escamotea una posibilidad que el teatro permite mucho mejor que el cine, y que es la de llevar mucho más pegado al espectador en ese desquiciado viaje a la degradación de un individuo que camina en contra de su propia moral sabiendo que no va a poder volver nunca atrás.
Con todo, la función se disfruta, y no poco. Todo está cuidado al detalle: la luz, el vestuario… y, como no, el fantástico reparto, en el que destacan, por su mayor peso que otros, Marta Poveda, Jorge Kent, Chema Ruiz o Agus Ruiz.