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Cómo evitar situaciones incómodas o absurdas con elegancia: estas son las 11 salidas más airosas de la Historia

Francisco de Quevedo, Salvador Dalí, Schopenhauer, el cardenal Richelieu o el escritor satírico Luis Taboada son algunas de las personalidades que han sabido escabullirse con evidentes dosis de estilo de episodios molestos a lo largo del tiempo
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En múltiples ocasiones la vivencia de una situación incómoda, la presencia en un escenario hostil o la simple complicación momentánea de un episodio que parecía inicialmente asumible ha podido generar grandes dolores de cabeza. ¿Qué digo? ¿Dónde está la puerta para salir corriendo? ¿Cómo se supone que tengo que actuar ahora? Verse acorralado por la realidad es una sensación natural que todo el mundo, en mayor o menor medida, ha experimentado alguna vez. Pero nuestra kamikaze tendencia a la supervivencia y nuestra rápida adaptación a los entornos desconocidos nos han proporcionado a lo largo del tiempo una serie de herramientas ingeniosas de defensa para zafarnos de aquello que nos desagrada. De todo lo que nos intimida, disgusta o irrita. Precisamente porque es en los momentos de mayor tensión cuando la mente es capaz de disparar la bala más certera. Desde la acidez del cardenal Richelieu hasta la pintoresca rapidez de Quevedo, pasando por la sagacidad de Schopenhauer, la pillería del fundador de la Metro Goldwyn Mayer, Samuel Goldwyn, o la excéntrica mirada de Dalí, repasamos once ejemplos particulares en los que diferentes personalidades del mundo de la cultura han demostrado que se puede salir del atolladero con exquisita elegancia e incluso revertir la situación. Saquen papel y boli, merece la pena apuntar algunos.
1.
El pintor ateniense de la segunda mitad del siglo V a. C. Zeuxis de Heraclea presumía ante su rival artístico, Parrasio, de haber pintado en un cuadro unas uvas tan reales que los pájaros intentaban picotearlas tras confundirlas con auténticas. Parrasio le desafió a que era capaz de realizar una pintura más perfecta que esa. Cuando Zeuxis llegó al estudio de Parrasio, el lienzo objeto del desafío estaba tapado por una tela. Zeuxis le pidió que retirara la tela para ver la supuesta maravilla y Parrasio le contestó que acababa de ganar la apuesta, puesto que la tela estaba pintada sobre el lienzo.
2.
El cardenal Richelieu (1585-1642) era hombre de pocas palabras. En una de las fiestas en que se veía obligado a participar, permanecía apartado del resto de los invitados y se dedicaba a observar todo lo que sucedía a su alrededor. Notando su soledad, un duque se le acercó y le dijo:
- ¿Se aburre, su eminencia?
- No, contestó lacónicamente Richelieu.
- ¿De veras no se aburre, su eminencia?, insistió el duque al rato.
- No, estimado duque; no me aburro jamás, a no ser que los demás insistan en aburrirme.
3.
En cierta ocasión, el rey español Felipe IV le pidió al escritor Francisco de Quevedo que improvisara una cuarteta.
- Dadme pie, le dijo Quevedo.
El rey, creyendo hacer una gracia, le alargó la pierna. Pero el escritor, que siempre fue de respuesta rápida e ingenio agudo, lejos de darse por vencido, improvisó, como le habían pedido, la siguiente cuarteta:
- En semejante postura / dais a comprender/ señor/ que yo soy el herrador/ y vos la cabalgadura.
4.
El filósofo francés Voltaire (1694-1778) tuvo que hablar, contra su voluntad, ante la tumba de una persona por la que nunca había sentido, ni mucho menos, predilección. Comenzó pues su panegírico diciendo:
Era un gran patriota,
un amigo fiel,
un esposo abnegado,
y un padre ejemplar...,
suponiendo,
claro está,
que haya muerto
5.
Arthur Schopenhauer, filósofo alemán, impartió clases en la Universidad de Berlín. Al empezar uno de los cursos, les hizo esta pregunta a sus futuros alumnos:
- ¿Quisiera saber si alguno de ustedes conoce mi ensayo sobre la influencia de la mentira en las relaciones humanas?
Se levantaron muchas manos, y Schopenhauer exclamó.
- Muy bien. Ahora sé que voy a poder hablar de este tema con conocimiento de causa, pues la gran verdad es que yo jamás he escrito ese ensayo.
6.
El escritor satírico español Luis Taboada publicó en 1890 un tomo titulado “Madrid cómico”. A todos y cada uno de sus amigos y conocidos (que, dados su buen humor y su bondad, no eran pocos) les fue diciendo:
- Perdona, chico, si en mi libro te aludo un tanto así... descaradamente. No hay nada de mala intención.
El amigo, intrigado, compraba el libro y no veía en el alusión alguna a su persona. En pocos días se agotó la edición.
7.
Un desconocido solicitó ser recibido por Bernard Shaw, pero no lo consiguió hasta que, de tanto insistir, este deseó quitárselo de encima. Le recibió de pie, como para anunciar que la entrevista sería corta. El desconocido se limitó a pedirle dinero, con el siguiente peregrino argumento.
- Somos de la misma familia, y es justo que nos ayudemos unos a otros.
- ¿De la misma familia?, preguntó Shaw.
- Sí, los dos descendemos de Adán y Eva.
Shaw, sin discutir, le dio un chelín y le dijo:
- Ahí va esto. Y si los demás miembros de la familia le dan lo mismo, no tardará en ser mucho más rico que yo.
8.
Cuando el productor de cine estadounidense Samuel Goldwyn (1879-1974), fundador de la Metro-Goldwyn-Mayer, quería pedir un favor, llamaba a un amigo y le decía:
- Oye. Me han dicho que querías pedirme un favor.
Como es lógico, el amigo se quedaba desconcertado:
- Debes estar confundido, Sam.
Y entonces Goldwyn contraatacaba:
- Pues mira, ya que tú no necesitas nada, ¿te importaría hacerme un favor a mí?
9.
En un momento dado, Albert Einstein explicó de una manera aún más gráfica la esencia de su teoría de la relatividad para simplificar del todo las dudas que pudiera haber al respecto:
- Pon la mano sobre una estufa caliente durante un minuto y te parecerá una hora. Siéntate junto a una mujer bonita durante una hora y te parecerá un minuto. Eso es relatividad.
10.
Alguien reprochaba al comediógrafo argentino Julio F. Escobar (1892-1957) que, a pesar de su depurado gusto artístico y sus excelentes condiciones de escritor, estrenase a veces obras que sólo buscaban halagar el mal gusto de la mayoría.
- Oye, le dijo Escobar a su interlocutor, cuando vas a pescar, ¿qué pones en el anzuelo: lo que te gusta a ti o lo que le gusta al pez?
11.
Una tarde de 1965, el pintor Salvador Dalí (1904-1989) llevó con él a su cachorro de ocelote a un lujoso restaurante de Nueva York y lo ató a la pata de la mesa, mientras pedía un café. Una dama de mediana edad pasó al lado y miró aterrorizada al animal.
- ¿Qué es eso?, gritó.
- Sólo es un gato, dijo Dalí sarcástico. Lo he pintado al estilo op-art
La mujer, algo avergonzada por su reacción inicial, le echó una ojeada de cerca y, ya tranquila, dijo:
- Ahora veo qué es. Al principio pensé que era un ocelote auténtico.