La guerra contada por Franco
Se publica «El diario de Alhucemas», un texto escrito por él que en su tiempo solo corrió por ambientes castrenses y que es poco conocido por el gran público, donde describe todos los pormenores que rodearon aquella operación militar en Marruecos
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La Dictadura de Primo de Rivera vino traída en gran medida por los quebrantos que la guerra de Marruecos estaba produciendo en todos los españoles, del Rey al más humilde limpiabotas. El general Primo de Rivera era un «abandonista», partidario de retirarse de Marruecos renunciando al Protectorado que había tocado en suerte a medias con Francia. A ellos la parte rica a España la pobre.
Primo no gustaba a los militares africanistas –Sanjurjo, Franco, Millán Astray, Valera, Mola...– pues, a su criterio, se había vertido demasiada sangre española en Marruecos para que este sacrificio no sirviese para nada. En los prolegómenos del desembarco en las playas de Alhucemas, Franco era el coronel jefe de La Legión, antiguo comandante de la 1ª Bandera, la que había salvado Melilla de caer en manos de las harkas de Abd el Krim.
Primo se hizo cargo del mando directo de las operaciones militares en Marruecos. Ordenó la cuestionada «retirada de Xauen», operación que costó muchas bajas y que devolvió a los rifeños la mayor parte del territorio que tanto esfuerzo había costado ocupar, pero que sirvió para que Francia tuviese que combatir a Abd del Krim. El buen papel que hizo La Legión en «la retirada de Xauen» sirvió para que Franco ganase sus estrellas de coronel.
La guerra seguía en plena efervescencia y Primo de Rivera, el «abandonista», decidió ponerlas fin mediante una complicada operación, un desembarco en la misma casa de los Abd del Krim, en pleno corazón del Rif, en las playas de Alhucemas. El 6 de septiembre de 1925, cuatro años después de Annual, lo mejor del Ejército de África saltaba sobre las playas de los Beni Urriaguel para poner de una vez por todas fin a una guerra que parecía que nunca iba a terminar.
El entonces coronel Franco ha dejado un relato de primera mano, por ser uno de sus principales protagonistas, en su «Diario de Alhucemas» de estos sucesos. Franco escribió, «Nadie duda. La confianza ciega de todos en el mando (...) les lleva a estar seguros de la victoria. Las barcazas de desembarco se acercan el día 8 hacía la costa entrada la mañana. (...) Las negras barcazas levantadas de proa, con su extraño aspecto de naves primitivas rompen el mar con grandes espumas. Sus motores, unidos a los de los remolcadores, producen un ruido infernal. Los cañones truenan sobre nuestras cabeza y la costa se cubre entonces con la negrura de las explosiones de la artillería de los buques. El enemigo hace fuego de cañón y ametralladora sobre las barcazas intentando contener el avance. Estamos ya a unos mil metros de la ribera. Suéltanse los remolques y las panzudas barcazas, impelidas por sus propios motores, conducen hacia la tierra sus enardecidos racismos humanos. ¡La suerte queda echada! Son los momentos de mayor emoción. Ya cae sobre nosotros el fuego de la fusilería enemiga. De pronto, una sacudida formidable detiene nuestra marcha: hemos tomado tierra!».
Los primeros en saltar son los harkeños de Muñoz Grandes y los legionarios de Franco. Caen las planchas de la barcazas de desembarco y con el agua al cuello la tropa avanza hacia la arena. Van solos. Los carros Renault FT 17 no han podido desembarcar con ellos pues las barcazas K que los transportaban no se han podido acercar a la costa. Los legionario, regulares y los moros amigos de la Mehal-la consolidan la cabeza de puente. Trepan por los riscos y se apoderan de las primeras defensas de los moros de Abd del Krim.
«(...) Los Regulares se baten con denuedo, fortificándose sobre el terreno conquistado. A ellos y a las harcas únense para la fortificación los ingenieros que, no obstante el fuego enemigo, actúan rápidamente. Son momento de febril actividad en que todos los combatientes son también zapadores. Profundas trincheras, lunetas, caminos de zapa y abrigos para ametralladoras surgen rápidamente a lo largo de la línea ocupada. El enemigo cañonea con tenacidad y precisión. Sus rompedoras estallan entre nuestros soldados, que, sin embargo, continúan su trabajo con disciplina y serenidad».
La suerte está echada. Las tropas de desembarco española han puesto pie en tierra y ya nadie les podrá echar. Hasta el 2 de octubre, casi un mes, se prologaran los combates. La bajas serán muy importantes pero la suerte de Marruecos está ya decidida. Las tropas españolas toman el poblado y casa de los Abd del Krim. La guerra se prolongará hasta el verano de 1927. El desembarco de Alhucemas le servirá a Franco para obtener los entorchados de general con solo 33 años. La dominación y pacificación del Protectorado de Marruecos se dio por finalizada el 9 de julio de 1927, habían pasado 18 años desde la agresión a los obreros del ferrocarril en Melilla con la que dio comienzo la guerra. El desarme de las kabilas de la zona española se prolongó de forma pacífica hasta 1929. Francia tardaría seis años más en lograr la total pacificación de su protectorado. El triunfo de las armas española comenzó en Alhucemas el 6 de septiembre de 1925.