Astrofísica
La sonda de la NASA que busca prevenir un apocalipsis
La clave esta en el estudio de las erupciones solares que tienen un ciclo de once años en su actividad.
Cada once años, en promedio, el Sol alcanza el pico de su ciclo de actividad y lanza un ataque en forma de erupciones solares y eyecciones de masa coronal (CME por sus siglas en inglés) que arrojan partículas solares y radiación electromagnética a todo el sistema solar. Siempre que la fusión del Sol sea de leve a moderada, deberíamos poder sortearla sin demasiados problemas, pero si las cosas salen mal, los resultados podrían ser catastróficos. ¿Qué hacemos en estos casos? Prevención y ciencia.
Actualmente nos estamos acercando a uno de los picos de actividad solar, lo que significa que está aumentando la fuerza y la frecuencia de sus CME y erupciones solares. El problema es que gran parte de nuestra infraestructura de comunicaciones, como los satélites que nos proporcionan internet o comunicación móvil, pueden verse afectadas por este tipo de tormentas. Y esto podría resultar en un apocalipsis en el que podríamos no tener acceso a telefonía móvil o internet. Y aquí es cuando entra en escena la sonda de la NASA Parker Solar Probe que proporcionaría información que podría evitar un fin del mundo, al menos en lo tecnológico.
Si bien las erupciones solares y las CME no representan una gran amenaza para la vida en la Tierra de forma directa (no hay que preocuparse de que un rayo de energía solar nos pueda golpear), sí podemos verlas. En su mayor parte, la forma en que experimentamos estos fenómenos es a través de las auroras que iluminan el cielo nocturno cerca de los polos y, durante los períodos de mayor actividad solar, más cerca del ecuador. Sin embargo, pueden causar problemas a los satélites o astronautas en órbita terrestre baja, y pueden interferir con nuestros sistemas eléctricos y de comunicaciones aquí en tierra.
Un ejemplo de los efectos que pueden provocar es lo que ocurrió en 1859 cuando una tormenta geomagnética azotó el planeta en lo que se conoce como el Evento Carrington. La tormenta produjo auroras que fueron visibles en todo el mundo y destrozó los inicios de los sistemas de comunicación de la humanidad. Cuando golpeó la tormenta solar, las líneas de telégrafo en toda América del Norte y Europa se vieron afectadas. En algunos casos, saltaron chispas, se iniciaron incendios y los operadores sufrieron descargas eléctricas. La actividad eléctrica en el aire era tan poderosa que algunos operadores de telégrafos supuestamente desconectaron la energía de la batería de sus equipos, pero aun así pudieron enviar comunicaciones durante varias horas, utilizando la corriente de la aurora.
Si una tormentacomo aquella se produjera hoy se estima que experimentaríamos apagones en todo el mundo y daños en los sistemas de comunicaciones y redes eléctricas que podría durar meses. Obviamente no es el peor escenario imaginable del fin de los tiempos, pero el impacto en la producción y las cadenas de suministro de materiales esenciales como alimentos, agua y medicamentos se vería drásticamente obstaculizado, en pocas palabras: sería mucho más grave que un simple "apocalipsis de comunicaciones", aunque no alcanzaría la escala de un meteorito de gran tamaño.
La sonda Parker Solar Probe (PSP) de la NASA se lanzó en 2018 y ha pasado los últimos años volando en círculos alrededor del Sol, acercándose cada vez más. Recientemente, los astrónomos informaron que el PSP ha volado lo suficientemente cerca de nuestra estrellla con el objetivo de detectar la fina estructura del viento solar, en el momento que se genera. Por lo general, muchos de esos detalles se pierden a medida que el viento solar se expande hacia el sistema solar. La dificultad para estudiar esto sin la sonda es que sería como analizar el flujo del agua sin tener acceso al grifo, sin embargo las nuevas observaciones de la sonda permiten meterse directamente en la fontanería, por así decirlo.
Los responsables de analizar los datos obtenidos forman parte de un equipo liderado por Suart Bale y los resultados se han publicado en Nature. Lo que el equipo de Bale ha descubierto es que las corrientes de partículas de alta energía que fluyen de los agujeros coronales son el origen de la rápida vientos solares.
“Los vientos transportan mucha información del Sol a la Tierra - explica Bale en un comunicado-, por lo que comprender el mecanismo detrás del viento del Sol es importante por razones prácticas en la Tierra. Eso afectará nuestra capacidad para comprender cómo el Sol libera energía y genera tormentas geomagnéticas, que son una amenaza para nuestras redes de comunicación”. Y esta información es clave en lo que respecta a la prevención.
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