Ciencia
Durante esta última semana nos ha azotado una ola de frío, y eso no es un término que debamos usar a la ligera. Para considerarla como tal ha de implicar temperaturas mínimas que menores a las registradas en la misma época en el 95% de los años comprendidos entre 1971 y 2000. Por si fuera poco, tienen que mantenerse durante al menos 3 días y registrarse en, como poco, uno de cada diez estaciones meteorológicas de cuyos datos se nutra AEMT para realizar sus previsiones. Cabe decir que estas bajadas de las temperaturas son puntuales, no una tendencia que parezca recrudecerse con el tiempo, motivo por el cual no son incompatibles con el cambio climático que, poco a poco, sabemos que está aumentando la temperatura media del planeta.
Sin embargo, entre las placas de hielo que cubren algunas ciudades de la península y los 7,5ºC bajo cero de El Burgo de Osma, en Soria, es fácil que empecemos a fantasear. ¿Sería posible que este panorama tan excepcional se convirtiera en la norma? La respuesta fácil es que no. Como decíamos, la tendencia es la contraria y eso la ciencia lo tiene bastante claro. Sin embargo, si olvidamos nuestras escalas humanas donde 1.000 años es una eternidad, puede que nos encontremos con una sorpresa.
Una tierra helada
A efectos prácticos lo único que debería importarnos ahora acerca del clima de nuestro planeta es que está calentándose y cambiando a una velocidad demasiado rápida y sus efectos pueden ser devastadores para nuestra civilización y para la vida en la Tierra tal y como la conocemos. Sin embargo, es muy probable que la Tierra seguirá aquí incluso cuando nosotros seamos solo polvo y ¿qué debemos esperar en ese futuro profundo? Las temperaturas no tienen por qué subir eternamente. Imaginemos un mundo donde la humanidad ya no existe, bien sea porque lo hemos abandonado o porque no hemos podido sobrevivir a nosotros mismos. Lo importante en este experimento mental es pensar que, sin el impacto de nuestra industria, cabe esperar que el clima vuelva a fluctuar como lo hacía antes, alternando tiempos más cálidos con etapas de intenso frío.
Siempre ha sido así y, de hecho, algunos aprovechan este dato para decir que el cambio climático que vivimos es normal, ya que estamos saliendo de una de esas eras glaciales. Si bien la última parte es cierta, la clave para no considerarlo normal es la velocidad a la que está teniendo lugar. Sea como fuere, no es descabellado pensar que, en un futuro (muy lejano) la Tierra vuelva a ser arropada por un manto de frío. De hecho, cabe incluso la posibilidad de que antes de que la Tierra sea engullida por un agonizante Sol dentro de 4.000 millones de años, tenga lugar un extraño fenómeno que algunos expertos creen que ya sucedió en el pasado: la Tierra bola de nieve. Para hacernos una idea, la Tierra se formó hace solo 4.600 millones de años y algunos científicos especulan que, hace algo más de 650 millones de años, todo nuestro planeta estaba cubierto por capas de hielo de, al menos, 1 kilómetro de grosor.
En este mundo helado, las temperaturas máximas se quedarían por debajo de las registradas últimamente en el célebre Burgo de Osma, concretamente en torno a los -20ºC. ¿Cómo es posible que tal cosa tuviera lugar?
El límite
Antes que nada, cabe recordar que la hipótesis de la Tierra bola de nieve es eso, una hipótesis. Durante las últimas décadas ha ido ganando defensores entre la comunidad científica, pero tratándose de un evento tan antiguo, las pruebas que tenemos de él son pocas. Cuenta con opositores entre los expertos más destacados en paleoclimatología y eso no ha de pasarse por alto. No obstante, existen indicios, como puede ser el haber encontrado en zonas extrañas sedimentos que típicamente arrastran consigo los glaciales. Se ha podido determinar que algunos de estos sedimentos datan más o menos de la época en la que se espera que hubiera tenido lugar la Tierra bola de nieve. Y lo que es más importante, se estima que, cuando fueron depositados, esos yacimientos geológicos se encontraban cerca del Ecuador. Dicho con pocas palabras: hay indicios de que, hace unos 650 millones de años, había glaciales en el “trópico”.
Por aquel entonces la Tierra estaba sumida en lo que conocemos como periodo Criogénico que comenzó hace 720 millones de años y concluyó hace 635 millones de años. El nombre “Criogénico” da pistas acerca de las bajas temperaturas que debió sufrir nuestro planeta durante aquel periodo, y existe consenso al respecto. La Tierra bola de nieve sería una suerte de época glacial dentro de otra época glacial. No existe una única hipótesis para explicar cómo llegaron a descender tanto las temperaturas, pero hay una especialmente popular que refleja bien la complejidad de estos procesos.
En aquellos tiempos había un único continente llamado Rodinia, aunque no le quedaba demasiado tiempo. Estaba a punto de fragmentarse en varios continentes y, según algunas simulaciones, esta división habría influido en notable aumento de la lluvia y las escorrentías, eliminando buena parte del dióxido de carbono que se encontraba en la atmósfera. Este descenso del dióxido de carbono como uno de los principales gases de efecto invernadero, ha sido confirmado por otros estudios paleoclimáticos, por lo que parece relativamente plausible. Al disminuir su concentración en la atmósfera, el efecto invernadero que calienta a nuestro planeta se habría visto reducido y la bajada de las temperaturas solo tenía que alcanzar determinada cifra para entrar en un bucle de retroalimentación. El hielo, blanco como es, refleja bastante luz, haciendo que rebote de nuevo al espacio y reduciendo la cantidad de calor que transfiere a nuestro planeta. De este modo, cuando más hielo se producía, más bajaban las temperaturas, y algunas estimaciones plantean que, una vez los casquetes polares hubieran llegado a cubrir los 50º de latitud (aproximadamente como si se extendieran hasta Londres) la Tierra habría entrado empezado a enfriarse a sí misma.
Existen muchas otras explicaciones y, lo cierto, es que ninguna es enteramente satisfactoria. A ello se debe que no podamos afirmar tajantemente que la Tierra bola de nieve haya sido real. Tal vez en los próximos años se encuentren pruebas o se creen modelos más exactos que permitan confirmar una de las historias más espectaculares que nuestro planeta podría contarnos.
QUE NO SE LA CUELEN:
- La Tierra bola de nieve no ha sido confirmada, pero es una hipótesis científica por derecho propio. Puede ser falsada si aparecen pruebas que la contradigan, es coherente con el corpus de conocimiento de la ciencia más moderna y existen algunas evidencias que pueden interpretarse a favor de la hipótesis. El peligro de hablar sobre el pasado remoto es que nunca podemos estar del todo seguro, sobre a medida que retrocedemos y cuando tratamos detalles menores. Sin embargo, esto no quiere decir que sea toda una incógnita, sabemos que durante el carbonífero había bosques y pocas bacterias capaces de degradar la madera y lo sabemos por los grandes yacimientos de carbón datados de ese periodo. No debemos rechazar la hipótesis de la Tierra bola de nieve, solo tomarla con pinzas y suspender nuestro juicio hasta que se confirme con mayor seguridad.