Historia
Joan Miró y los artistas que se quedaron en Cataluña apoyando a Franco
El periodista Josep Massot publica un importante trabajo sobre los numerosos problemas padecidos por el gran pintor durante los años del franquismo
El periodista Josep Massot es la persona que más sabe sobre Joan Miró, pero también que mejor sabe explicarlo. Buena prueba de ello es su monumental biografía sobre el artista que ahora se complementa con «Joan Miró sota el franquisme (1940-1983)» que acaba de publicar Galaxia Gutenberg. Profundamente documentado, el volumen nos demuestra cómo plantó cara Miró frente a la adversidad que supuso para su vida y su obra el triunfo de Franco en la Guerra Civil. Pero Massot no solo sigue los pasos del pintor sino que también nos ofrece un retrato de la época con sus luces y, sobre todo, sus muchas sombras.
Y es que el libro nos demuestra que no fueron pocos los nombres vinculados con el arte catalán que decidieron dar su apoyo al nuevo régimen, un episodio que el tiempo se ha encargado de silenciar. Son esos nombres incómodos, ese pasado que conviene no conocer, pero que Massot se ha encargado afortunadamente de rescatar.
Mientras que algunos huyeron y decidieron exiliarse, como son los casos de Josep Lluís Sert, Eudald Serra, Robert Gerhard o Sebastià Gasch, otros se entregaron a la causa. Eso es lo que encontramos en el capítulo «Amb la por de ser detingut (1941)» donde se hace un amplio repaso de los que, pese a ser antes de la guerra sinónimo de vanguardia y ruptura, se hicieron franquistas.
Es el caso, por ejemplo, del prestigioso arquitecto José Antonio Coderch que intentó hacerse con el archivo de ADLAN durante un asalto protagonizado por un grupo de falangistas.
El escritor Carles Sindreu logró que en 1933 Joan Miró ilustrara su libro «Darrere el vidre». Surrealista, amante de los caligramas y del tenis, Sindreu quedó profundamente impactado por el asesinato de su padre a manos de milicianos. Por todo ello, no dudó a partir de 1939 poner su nombre al servicio de los ganadores de la guerra en publicaciones como «Oda al Tercio de Montserrat» u «Homenaje de Cataluña liberada a su Caudillo Franco (1939-1940)». En este último título también colaboraron otros protagonistas de la vanguardia como el diseñador de muebles Ramon Marinel·lo y que puso sus conocimientos de modernidad al servicio de Franco. Otro colaborador del homenaje al dictador fue el escritor Josep Maria Junoy, autor de frases tan controvertidas como «se empieza hablando de Picasso y se acaba construyendo una checa». La lista sigue porque también nos encontramos al germanófilo católico M. A. Cassanyes, corresponsal de Dalí y Miró en los años treinta.
Muchos catalanistas optaron por apoyar el nuevo régimen por su miedo a la violencia revolucionaria. No se exiliaron. Un buen testimonio de todo ello es el del poeta J. V. Foix quien reconocería muchos años después que «la gent estava molt espantada, gairebé més espantada que no pas la por que feia el règim. El catalanista de tota la vida va perdre la fe. Algunes famílies poderoses van passar-se al costat franquista i parlaven en català als seus fills».
En su libro, Josep Massot también expone lo que ha sido un secreto a voces que no se ha querido explicar hasta ahora. Se trata de una portada del diario «La Vanguardia» del 2 de mayo de 1939 en la que se ve a un joven con el uniforme de las Juventudes Falangistas frente al obelisco que recordaba a los caídos por la patria. Ese joven se llamaba Antoni Tàpies y años después sería uno de los más importantes nombres del arte catalán. Su padre, Josep Tàpies Mestres, declaró el 5 de junio de 1940 contra Lluís Companys en el proceso contra el político y que lo llevó a la muerte.