Cargando...

Coronavirus

El drama de las bodas sin celebrar con el coronavirus como testigo

Tras diez años de noviazgo, el pasado sábado 14 de marzo debía ser el gran día para Ariadna y Albert

Compuesto y sin boda por el coronavirus Chema MoyaEFE

Tras diez años de noviazgo, el pasado sábado 14 de marzo debía ser el gran día para Ariadna y Albert. La pareja había fijado para ese día su boda civil, que debía tener lugar en Tossa de Mar, y el posterior banquete en el Hotel Mas Tapiolas, en la Costa Brava.

“Habíamos invitado a unas noventa personas aproximadamente. Algunos de nuestros invitados veían de fuera: unos de Suecia, otros de Ibiza, Sevilla, Galicia...”, explica la novia, quien recuerda que “el jueves antes de la boda nos pasamos por el hotel a ultimar detalles” y por entonces la pareja aún se las prometía felices, pese a que desde la Generalitat ya se empezaban a plantear las primeras restricciones y medidas para contener la infección por coronavirus, como el cierre de escuelas. Las primeras reacciones a las medidas emprendidas por el Govern para frenar la epidemia no se hicieron esperar. El mismo viernes por la mañana, Ariadna y Albert empezaron a recibir llamadas de invitados informándoles que no asistirían a su enlace, bien fuera por temor al contagio o bien por la dificultad de desplazarse desde su lugar de residencia hasta Tossa de Mar. “Algunos de nuestros invitados tenían que coger el avión el viernes y no lo veían claro”, explica la novia para a continuación señalar que “otros eran personas mayores y por lo tanto estaban dentro del colectivo de riesgo frente al coronavirus”.

“A medida que nuestros invitados nos confirmaban que no vendrían, llamábamos al hotel para anular comensales y ellos no nos ponían ningún inconveniente al respecto”, comenta agradecida Ariadna, quien a medida que pasaban las horas y se sucedían los acontecimientos iba perdiendo ilusión por celebrar un día tan especial como el de su boda en esas condiciones. De manera que cuando a mediodía se decretó el estado de alarma en todo el país y ya por entonces rondaba la veintena los invitados que habían confirmado que no asistirían al enlace, entre ellos el niño que debía portar los anillos a la entrada de la ceremonia civil, la pareja se desplazó hasta el hotel Mas Tapiolas, donde tendría que celebrarse el convite, para valorar la situación y tomar decisiones.

Fue entonces cuando los novios, de conformidad con el director del hotel, decidieron anular la boda, antes incluso de que se ordenara el cierre de todos los establecimientos de hostelería y restauración algo que tuvo lugar al día siguiente, el sábado, el mismo día que debía celebrarse el enlace. “No nos quedaba más opción. Si no anulábamos iba a faltar mucha gente importante y, dadas las circunstancias, tampoco queríamos que nuestra boda se convirtiera en un foco de contagio del coronavirus”, reconoce ahora Ariadna, quien admite que la víspera de la fecha prevista para la boda fue uno de los peores día de su vida. “El viernes algunos invitados me decían que anulara y otros, que siguiera para adelante. Yo lloraba a todas horas; fue un día horrible”, recuerda.

En cualquier caso, ahora, con el paso de los días, Ariadna se siente con la tranquilidad de “haber hecho lo que teníamos que hacer”. “Al principio pensaba que el tener que anular la boda era una jugarreta, que quizá la situación no era tan grave como para tener que cancelar el enlace, pero antes de que acabara el fin de semana ya era plenamente consciente de que era lo mejor, primero por la salud de todos y segundo, porque no hubiera pasado el día que tenía que pasar en mi boda”. Además, las consecuencias de la anulación no han sido tan graves: Ariadna y Albert han postpuesto su enlace para el mes de octubre y ese aplazamiento apenas les va a suponer un sobrecoste, puesto que la mayoría de proveedores han accedido a retrasar la prestación de sus servicios sin coste alguno. “Solo hemos perdido el dinero del pastel y de parte de las flores, las del banquete, que ya estaban hechos”, apunta la novia.

Varapalo para los proveedores

La otra cara de la moneda es la de María, lo florista a quien la pareja encargó las flores de la ceremonia. “Cuando anularon la boda, yo ya tenía las flores preparadas”, señala para a continuación hacer hincapié en que lo realmente preocupante no es que le hayan suspendido este servicio de última hora, sino que probablemente éste será el primero de muchos otros que vendrán a continuación. “Ya están suspendiendo bodas previstas para marzo, abril y algunas de mayo y otros novios están esperando a ver cómo se desarrollan los acontecimientos para tomar una decisión”, explica María, quien señala que para su negocio esto puede ser una ruina.

“Justo acaba de empezar la temporada de bodas, que es el tipo de evento al que yo me dedico principalmente, y ha explotado todo cuando yo empiezo a trabajar. De hecho, ahora tenía previsto volver a darme de alta como autónoma, pero ya veré que hago”, reflexiona María, quien apunta que “por ahora tendremos que sobrevivir con el sueldo de mi marido”. “Yo solo trabajo mientras dura la temporada de bodas y es durante ese periodo cuando tengo que ingresar lo suficiente para mantenerme el resto del año”, recuerda la florista. “Estoy asustada, pero espero tener mucho trabajo a partir de septiembre”, porque es entonces cuando se concentrarán todos los eventos, tanto los ya programados previamente, como los que han tenido y tendrán que ser aplazados por el estado de alarma.