Efemérides
La reconquista de Algeciras por el único rey europeo que murió de peste
Apodado "El Justiciero", fue también el único monarca del Reino de Castilla de origen salmantino, que fallecía tal día como mañana de 1350
Este domingo, 26 de marzo, se cumplen 679 años de una de las gestas más importantes de la historia de España ocurrida tal día como hoy pero de 1344 durante la reconquista contra los musulmanes que invadieron distintas zonas de la Península Ibérica: el fin del Sitio de Algeciras con la toma castellana de la ciudad tras veintiún meses de asedio por parte del Rey de Castilla, Alfonso XI, apodado "El Justiciero". Una proeza con la que se recuperaba para el Reino de Castilla este enclave estratégico gaditano, actualmente el municipio más grande del Campo de Gibraltar.
Un triunfo importante que consiguió este monarca, el único monarca castellano natural de Salamanca en la historia, bajo cuyo reinado se libraron importantes y decisivas batallas contra los moros, sobre todo la que se llevó a cabo a orillas del Salado un 30 de octubre de 1340, durante el último periodo de la reconquista, en la que las fuerzas combinadas de Castilla y Portugal derrotaron a los benimerines, último reino magrebí que trataría de invadir la península ibérica. Para conmemorar esta victoria ordenó construir en la villa de Tordesillas un palacio real, más tarde convertido en convento de las monjas clarisas.
Una victoria trascendente como lo fue la recuperación para Castilla el Reino meriní de Algeciras -nombre que viene de los Benimerines, miembros de un imperio de origen bereber zenata, cuyo núcleo principal estaba en el norte de África, la actual Marruecos- tras la que Alfonso XI obtuvo el título de «rey de Algeciras», que figuró entre los títulos de los monarcas castellanos y hasta la actualidad lo hace entre los títulos de la corona de España, si bien no pudo conseguir su gran anhelo, que no era otro que dominar el Estrecho de Gibraltar, nexo de unión con el continente africano y la principal vía de entrada de los musulmanes a la Península Ibérica para invadirla.
Algo que no pudo conseguir porque hubo otra circunstancia que se lo impidió: la peste. Alfonso XI contrajo esta enfermedad y ha pasado a la historia también por ser el único monarca de toda Europa que perdía la vida por la conocida peste bubónica o muerte negra, una epidemia que devastó a Europa en estos años del siglo XIV y que en pocos años sembró de muerte y destrucción todo el viejo continente. De hecho se estima que fueron más de 200 millones de personas las murieron de por esta pandemia.
La muerte del monarca castellano que vivió, luchó y pereció en La Línea - curiosamente tal día como mañana lunes 27 de marzo pero del año 1350 (hace 673 años y cayó en Viernes Santo)-, supuso, además, que unos años después el rey nazarí Muhammed V de Granada reconquistara Algeciras en 1369, reconstruyendo las murallas y repoblándola antes de destruirla para evitar que volviera a manos castellanas. Tras la destrucción de Algeciras el territorio de su antiguo reino pasó a pertenecer sucesivamente a Tarifa, a Jerez de la Frontera y finalmente a Gibraltar, tras su conquista definitiva en 1462.
Si bien, el primer triunfo logrado por los ejércitos de Alfonso XI, en el que contó con la estimable ayuda aragonesa, fue la toma de la localidad de Teba, en 1330.
Pero Alfonso XI fue un rey que también amó en La Línea y fue conocido su amor por Leonor Núñez de Guzmán, su amante con quien tuvo al menos diez hijos bastardos y uno de Ellos, Enrique de Trastámara (futuro Rey Enrique II) luchó en una guerra civil contra su hermanastro Pedro I "El Cruel" o "El Justo", según los nobles o el pueblo , hijo de María de Portugal, segunda esposa del rey castellano.
Alfonso XI, de la Casa de Borgoña, nació en 1311 y era hijo de Fernando IV de Castilla además de bisnieto de Alfonso X "El Sabio". Subió al trono al cumplir un año y fue su abuela, María de Molina, esposa del Rey Sancho IV, quien hizo de regente durante catorce años hasta que "El Justiciero" cumplió la mayoría de edad y se convirtió en Rey.
El principal objetivo de Alfonso XI fue recomponer el poder real, notablemente debilitado durante el reinado de su padre Fernando IV. Y en el año 1332 tuvo lugar la incorporación a la Corona de Castilla de la tierra de Álava, la cual se hallaba en poder de los miembros de la denominada cofradía de Arriaga, según explica la RAH, que destaca como aspecto más interesante de su reinado el impulso que dio a la participación de los letrados en las tareas de gobierno así como la puesta en marcha del sistema del regimiento, término que aludía al gobierno de los núcleos locales.
El regimiento estaba integrado por los regidores, los cuales eran designados directamente por los monarcas, si bien éstos solían aceptar las propuestas que les hacían desde las propias ciudades y villas. Los regidores tenían carácter vitalicio, por lo que eran considerados como una auténtica prebenda.
La etapa de su minoridad fue testigo de fuertes y enconados conflictos políticos en los reinos de Castilla y León. En las Cortes celebradas en la ciudad de Palencia poco después de la muerte de Fernando IV se alude, muy significativamente, a que “las asonadas que se hacen en la tierra son muy dañosas, en guisa que la mayor partida de los Reinos es estragada por ellas”, según cuenta la Real Academia de Historia (RAH), que cita la obra conocida como Poema de Alfonso Onceno como ejemplo:
“En este tiempo los sennores / corrían a Castiella, / los mesquinos labradores / pasavan grant mansiella, / los algos les tomavan / por mal e por codiçia, / las tierras se hermavan / por mengua de justicia [...]”. Un texto tomado de la Crónica de Alfonso XI indica que “los que más podían [...] apremiaban a los que poco podían”, lo que motivó algunas reacciones populares.
Alfonso XI decidió poner fin a las Hermandades Generales, constituidas diez años antes de su acceso directo al trono, pues entendía que podían suponer un grave riesgo para la paz de sus reinos. Simultáneamente logró el rey de Castilla y León acallar las protestas del noble rebelde don Juan Manuel.
La energía con la que trató de cortar cualquier tipo de revuelta o intriga entre los nobles le valió el apodo de "El Justiciero".