Sociedad
La Plaza Mayor de Salamanca, un monumento vivo a sus casi 300 años de edad
Siete medallones llevan la firma del escultor Óscar Alvariño en el ágora salmantino
De las manos del escultor Óscar Alvariño (Madrid, 1962), como si de un prestímano se tratara, ha brotado la mirada grave y retadora de Alfonso IX (1171-1230), el monarca que abrió la puerta a la Docta Salmanticae y que parece querer salir del medallón que desde este viernes luce en la Plaza Mayor de Salamanca.
Su incorporación a la galería de ilustres desplegada entre los arcos demuestra que la plaza es un monumento vivo a sus casi trescientos años, desde que en 1729 comenzaron las obras diseñadas por Alberto Churriguera y finalizaron en 1755 pero no totalmente, ya que desde entonces se han ido tallando numerosos medallones.
Entre 1730 y 1734 el escultor Alejandro Carnicero decoró con sus respectivos medallones 36 de las 88 enjutas de la célebre plaza, referente urbano y turístico de esta ciudad Patrimonio de la Humanidad a la que Miguel de Cervantes, por boca de la Tía Fingida, motejó como 'madre de las ciencias' y 'archivo de habilidades'.
Reyes, militares y conquistadores cinceló Carnicero en los pabellones Real y de San Martín, el primer escultor de la plaza y autor del mayor número de medallones por delante de Óscar Alvariño que suma siete con el de Alfonso IX, último invitado de este repertorio de notables labrado en la dúctil arenisca de Villamayor.
La ductilidad de esta piedra en el tallado y la belleza de su reflejo dorado tienen, como contrapartida, la fragilidad de quien no admite enmienda a un golpe mal dado, y expresa su enojo con fisuras o pequeños grietas para cobrarse así la falta de pericia o un mal momento del artista en cuestión.
No es el caso de Óscar Alvariño, doctor en Bellas Artes y profesor titular de la Universidad Complutense, que a sus 61 años acumula una obra pública de referencia en España con algunas de las esculturas más fotografiadas y reproducidas como son la de Santa Teresa, junto a la casa natal en Ávila, o el Cervantes de figura 'agrecada', junto a la plaza de Zocodover en Toledo.
Hasta siete medallones llevan su firma en la Plaza de Salamanca: Miguel de Unamuno, Elio Antonio de Nebrija, una alegoría de la I República, Fernando VII, Alfonso XIII, Juan de Borbón y su hijo más reciente, el Alfonso IX que durante tres meses ha gestado en la zona donde los estudiosos sitúan las Scholas que el monarca promovió en 1218, antecedente del posterior Estudio y de la actual Universidad.
Como un libro desplegable, el ágora salmanticense se abre al curioso y al turista convertido en un prontuario de Historia de España, una apresurada lección con personajes comprendidos entre los siglos XI y XXI, desde el Cid Campeador hasta los reyes eméritos Juan Carlos I y Sofía, los únicos inquilinos vivos de este vademecum.
Labró éste en 1998 otro ilustre, Venancio Blanco (1923-2018), uno más en la nómina de artistas que han dejado su impronta en la plaza junto al primero, Alejandro Carnicero (1693-1756), al que han seguido Óscar Alvariño, Fernando Mayoral (1930-2022), Agustín Casillas (1921-2016), Damián Villar (2017-2003), Jacinto Bustos (1922-1987), Graciliano Montero, Enrique Orejudo y Pergón, entre los autores conocidos.
La indumentaria, el rostro, el gesto y la mirada de cada uno de ellos invoca su filiación académica, política, real, militar, literaria, artística, humanista y religiosa, e interpela al visitante sobre el protagonismo que ha merecido ese tratamiento.
Aún quedan enjutas vacías y medallones sin inquilino como demostración de que casi tres siglos después, la Plaza Mayor de Salamanca sigue viva, late a través de más de sesenta personajes que a diario interpelan al viandante y velan desde su sitial en uno de los monumentos más conocidos y visitados de España
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