Boxeo
20, 30, 40
Me encuentro sentado en un bar, farmacias del siglo XX que decían en mi barrio. Para mí, más que boticas son despachos.
Despacho, así llamaré a los lugares donde escribo. Donde batallo con las palabras y en mi caso, donde me desangro a cada frase. Por tanto, y pensándolo bien, tampoco le viene mal el nombre de farmacia a mi cueva de palabrería.
Pues eso, que aquí ando en el TapeLar, situado en la orilla del gimnasio Metropolitano, mi segunda casa por más de veinte años. En la cima del parque Almansa, coronando lo que fue la antigua grada del viejo estadio del Atlético de Madrid, donde escribo y me rindo a la catársis de narrar mis experiencias. Despacho de Cuatro Caminos que ha visto nacer un libro y muchísimos post parecidos al que ahora suscribo.
Después de una huelga voluntaria de bolis caídos, me vuelvo a poner frente al iPhone y le doy a las teclas. Esas teclas malignas que sacan lo mejor y lo peor de mí, pero que a cada palabra logran que viva dos veces. Porque eso es para mí transcribir mis recuerdos, experiencias y algún sueño en Word: volver a vivir... o como dicen algunos, vivir doble.
En la tesitura de ver que redacto, ando entre pinchos de tortilla y alguna cervecita de doble malta o lúpulo seleccionado - me ha dado por ahí -. Después de muchos años evitando a una de las mejores rubias que circulan por Madrid, la cerveza, he vuelto a caer en sus redes. Este abandono no sé si fue por mis años currando en Mahou - que uno acabo del zumo de cebada hasta los huevos - o se debe a mis años monjil-tibetanos, esos a los que obligaba el mundo del pugilismo. El caso, es que ahora no perdono una rubia teñida de morena después de currar, nobleza obliga.
Pues entre estas birrillas veraniegas ando luchando entre frase y frase con un rumor de televisión torpedeándome los oídos, que si el Atleti no puede fichar, que el Madrid viaja a E.E.U.U. , que Neymar se pone pelusón por la renovación de Messi... ¡qué coñazo de fútbol, por Dios!
Os prometo que odio el fútbol ¡sí! Lo odio. Pero el amor por mi Atleti es más fuerte, así que mi oreja siempre anda al loro de cualquier escarceo que surja de nuestra liga. Como veis sigo prisionero de mis contradicciones, y tengo muchas, pero como la del fútbol, ninguna.
¡Bueno! Ninguna, ninguna... hay una que me tiene martirizado.
Después de mi pelea con el bien y el mal, con el blanco y el negro, con la lealtad o la traición, me viene la coyuntura de la temática de mi nuevo libro. Sí, amigos míos, y en este me tiro solito a la piscina. Mi comadre estará muy liada con la historia más hermosa del deporte español, como la definió el maestro Pedro Simón: la historia de Miriam Gutiérrez.
Así que, ¿de qué coño escribo yo?
Mis fans catódicos me piden que escriba uno de educación. Mis fans del boxeo piden una segunda parte del "Boxeo es Vida, Vive Duro"y yo en lo más hondo quiero escribir una ficción que escribí para un futuro guión alentado por el oscarizado Garci.
¡Joder! Si es que no salgo de una y me meto en otra... de contradicción en contradicción. Es mi sino.
Para una persona que busca efusivamente el equilibrio esto no es vida, o sí... Muchas veces pienso que surfear toda la vida en el conflicto es la mejor manera de encontrar la estabilidad.
El caso es que, no me considero quién para ir dando lecciones de cómo educar a otras personas, quién quiera un consejo, mi puerta siempre ha estado abierta... pero de ahí a dar clases de ética educacional, todavía me queda mucho y no sé si me apetecerá hacerlo alguna vez.
Algo de boxeo, la verdad, no me apetece mucho, estoy un poco quemado.
¿Y escribir una novela? Lo cierto es que la tengo medio hecha en ese guión que escribí durante unos cuantos meses lleno de flashbacks y elipsis y que algún día no dejará indiferente a nadie.
Y justo aquí, empieza la pelea entre mi demonio y mi angelito:
- Pero ¿cómo vas a escribir una novela si tienes solo un medio libro?
- Pues creo que no se me da mal, las cosas que voy escribiendo a la gente les llegan.
- ¡Capullo! Les llega a tus cuatro colegas.
- Creo que te estás pasando... el libro se va vendiendo y lo ha leído mucha gente.
- Lo leen porque eres el Hermano Mayor y sales en la tele.
- Dirás lo que quieras pero a la gente que lo ha leído, Paula y yo les hemos llegado.
- Tú lo que eres, es un fantasma... que escribiendo medio libro ahora te vas a llevar el Premio Planeta, no te jode...
- ¿Sabes lo que te digo? Que no quiero hablar contigo, siempre estás igual, eres un negativo y un pesimista. Si no crees en tus sueños nunca los conseguirás.
- ¡Paquete!
- ¡Desmoralizador!
- ¡Vete a escribir esquelas!
- ¡Desesperanzador!
- ¡Llorón!
Y así es mi vida... los dos siempre peleando, el bueno y el malo, mis Zipi y Zape interiores, que no descansan nunca. Agotado me dejan.
Pero en ese momento, cuando la fatiga me llega y el cansancio me arropa es cuando tomo mis mejores decisiones. Consigo desapegarme y lo veo todo claro.
Yo escribo bien o mal, pero escribo. Y lo hago desde mis sentimientos y no hay nada que me emocione más que mis hijos. Mis vástagos son lo que sacan lo mejor de mí, y no hay nadie que se lo merezca más que ellos. Así que la decisión está casi tomada: qué mejor que un padre viviendo como tal, tres décadas distintas y de testigo de cómo nuestra sociedad ha evolucionado. La mirada de un progenitor a lo largo de más de veinte años y todo lo que giraba a su alrededor, lo bueno, lo malo, lo mejor y lo peor.
Por eso, quiero que mi última frase de este post sea la primera de mi futuro libro: "Testimonios de un padre a los veinte, a los treinta y a los cuarenta por partida doble".
Nos leemos pronto. Feliz verano.
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