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América Latina
Varios estados de Brasil relajan el confinamiento en medio de hambre y catástrofe
Sao Paulo y otros ocho estados brasileños planean aflojar la cuarentena, pese a que el país todavía no ha alcanzado el pico de la pandemia y su población protagoniza dramáticas “escenas de terror”
(EFE). Sao Paulo, epicentro de la pandemia del coronavirus en Brasil, cumple este viernes un mes desde el inicio de la cuarentena y ya ha comenzado a planificar la reapertura “gradual” de su economía a partir del 11 de mayo, pese a que el país todavía no ha alcanzado el pico de la enfermedad.
A quince días para el comienzo de la reapertura de la economía, anunciada por el gobernador Joao Doria, los ciudadanos ya han relajado la cuarentena en diversas partes del estado, uno de los más golpeados por el coronavirus, con 1.345 muertes del total de 3.313 y 16.740 casos de los casi 50.000 registrado en el país.
Sao Paulo, la región más populosa de Brasil con 46 millones de personas, pretende seguir los pasos de otros estados del país y flexibilizar las medidas de distanciamiento social a partir del 11 de mayo, para cuando las autoridades sanitarias esperan una subida exponencial de la curva de contagios.
No obstante, el gobernador paulista advirtió este viernes que el estado está en alerta “amarilla” debido a la baja adhesión de la población a la cuarentena, por lo que podrá repensar la reapertura si no se alcanza una tasa mínima de aislamiento del 50 %, pese a que el ideal es del 70 %. “No será posible realizar la flexibilización en las localidades donde las personas no obedezcan un mínimo de 50 % de distanciamiento”, reforzó en una rueda de prensa Doria, y agregó que tan solo 20 de los 645 municipios del estado han alcanzado la meta.
ESTADOS EMPIEZAN A AFLOJAR LAS CUARENTENAS
Aunque la COVID-19 todavía no haya alcanzado su pico en Brasil, al menos ocho estados ya han relajado las medidas de aislamiento social adoptadas para frenar la propagación de la enfermedad.
En Santa Catarina, en el sur del país, centenas de personas se amontonaron a las puertas de un centro comercial esta semana en la ciudad de Blumenau para prestigiar su reapertura, después de que el gobernador del estado, Carlos Moisés, autorizara el funcionamiento de iglesias, comercios, galerías, restaurantes y gimnasios.
Ya en el Distrito Federal fueron liberadas las tiendas de gafas y electrodomésticos, mientras que en Sergipe, en el nordeste, la Gobernación permitió la reapertura de hoteles, moteles, restaurantes y bares. No obstante, el gobernador de Río de Janeiro, Wilson Witzel, decidió mantener la cuarentena y postergar la apertura gradual de la economía del estado, el segundo más castigado por el coronavirus, con 530 fallecidos y 6.172 casos confirmados hasta ahora.
El falso dilema: ¿Saludo o hambre?
Según los últimos datos oficiales, correspondientes a 2018, la extrema pobreza en Brasil alcanzó ese año su mayor nivel desde 2012, con el 6,5 % de la población, equivalente a 13,5 millones de personas con ingresos menores a 1,9 dólares por día. Por otro lado, un cuarto de la población brasileña, unas 50 millones de personas, aún siguen siendo pobres, es decir, viven con menos de 5,5 dólares diarios.
En este contexto, el coronavirus llega en el peor momento posible y amenaza con echar por tierra todo lo conseguido entre 2003 y 2014 durante los Gobiernos del Partido de los Trabajadores (PT), cuando más de 29 millones de brasileños dejaron la pobreza y el país salió del mapa del hambre de la ONU.
Según el Banco Mundial, casi 5,5 millones de brasileños pueden volver a caer este año en una extrema pobreza que ya venía aumentando desde la grave recesión de 2015 y 2016.
Escenas de “película de terror” en Manaos
La situación se está volviendo catastrófica en Manaos, en el estado de Amazonas. Las autoridades están abrumadas por el número de muertes, los hospitales y cementerios están saturados.
Las imágenes del mayor cementerio de Manaos, abriendo fosas comunes para poner los cuerpos traídos en cámaras frigoríficas, conmocionaron a los brasileños, reporta el corresponsal de RFI en Río de Janeiro. Abrumado, el alcalde de la ciudad evocó escenas de una “película de terror”, y decidió en emergencia que ahora un máximo de cinco personas pueden asistir a los entierros.
Manaos tiene sólo unas 50 camas de cuidados intensivos para una población de 1,7 millones de habitantes. Su sistema de salud, ya muy precario y mal preparado para hacer frente a la epidemia, se está derrumbando con el temor ahora de una explosión de muertes.
La ciudad ha comenzado a construir un hospital de campaña y ha pedido ayuda a los médicos de todo Brasil.
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